La Torah.

Quinta Lectura

8 Y  Dios  le  dijo  a  Noaj  (Noé)  y  a  sus  hijos, diciendo: 9 «En   cuanto   a   Mí,   he   aquí   que establezco     Mi     pacto     contigo     y     con     tu descendencia  futura,  10  y  con  todo  ser  vivo que está  junto  a  ti,  con  las  aves,  con  los  animales  y con las bestias de la tierra, con todo lo que salió del  Arca,  con  todas  las  bestias  de  la  tierra. 11 Y confirmaré  Mi  pacto  contigo:  nunca  más  será aniquilada  toda  la  carne  por  las  aguas  de  un diluvio   y   nunca   más   habrá   un   diluvio   que destruya  la  tierra». 12 Y  dijo  Dios:  «Ésta  es  la señal   del   pacto   que   establezco   entre   Yo   y vosotros, y todos los seres vivos que están junto a  vosotros,  por  todas  las generaciones: 13 He puesto  Mi  arco  iris  en  la  nube  y  será  señal  del pacto  entre  Yo  y  la  tierra. 14 Y  sucederá  que cuando coloque una nube sobre la tierra y se vea el  arco  en  la  nube, 15 recordaré  Mi  pacto  entre Yo  y  vosotros  y  todos  los  seres  vivos  que  están junto  a  vosotros,  y  el  agua  jamás  volverá  a  ser diluvio  que  destruya  toda  la  carne. 16 Y  el  arco se  encontrará  en  la  nube  y  Yo  lo  contemplaré para recordar el pacto eterno entre Dios y todos los seres vivos, y toda la carne que  está sobre la tierra». 17Y Dios le dijo a Noaj (Noé): «Ésta es la señal  del  pacto  que  he  confirmado  entre  Yo  y toda la carne que se halla sobre la tierra».

La Torah.

התורה

1 La  serpiente era  más  astuta  que  cualquier  otra bestia  del  campo  que  El  Eterno  Dios  había  hecho. Ella   le   dijo   a   la   mujer:   «¿Acaso   Dios   dijo   No comeréis  de  ningún  árbol  del  jardín?». 2 La  mujer le dijo a la serpiente: «Del fruto de cualquier árbol del  jardín  podemos  comer. 3 Del  fruto  del  árbol que  está  en  el  centro  del  jardín, Dios  ha  dicho:  No comeréis   de   él   y   no   lo   tocaréis,   para   que   no muráis». 4 La   serpiente   le   dijo   a   la   mujer: «Ciertamente  que  no  moriréis; 5 pues  Dios  sabe que   el  día  que  de   él   comáis,   vuestros  ojos se abrirán, y seréis como Dios; conocedores del bien y del  mal». 6 Y  la  mujer  percibió  que  el  árbol  era bueno como alimento, y que era un deleite para los ojos,  y  que  el  árbol  era  deseable  como  un  medio para alcanzar la sabiduría, y ella tomó de su fruto y comió; y también le dio a su marido junto a ella y él comió.
7 Entonces  los  ojos  de  ambos  se  abrieron  y  se dieron cuenta de que estaban desnudos; y cosieron una hoja de higuera y se hicieron faldillas. 8 Oyeron la voz de El Eterno Dios que andaba en el jardín en dirección hacia el anochecer (oeste); y el hombre y su mujer se escondieron de El Eterno Dios entre los árboles del jardín. 9 El Eterno Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?». 10 Él dijo: «Oí Tu voz en el jardín, y tuve miedo, pues estoy desnudo, así que me escondí». 11 Y Él dijo: «¿Quién te dijo que estás desnudo?  ¿Acaso   comiste  del   árbol  del   que   te ordené  que  no  comieras?». 12 El  hombre  dijo:  «La mujer  que  me  diste  para  que  estuviera  conmigo, ella me dio del árbol y yo comí». 13 Y El Eterno Dios le  dijo  a  la  mujer:  «¡¿Qué  es  lo  que  has  hecho?!». La   mujer   dijo:   «La   serpiente   me   engañó,   y   yo comí». 14 Y  El  Eterno  Dios  le  dijo  a  la  serpiente: «Por  haber  hecho  esto,  maldita  serás  entre  todo animal de ganado y toda bestia del campo; sobre tu vientre  irás,  y  polvo  comerás  todos  los  días  de  tu vida. 15 Pondré odio entre tú y la mujer, y entre tu descendencia  y  su  descendencia.  Él  te  golpeará  la cabeza y tú le golpearás el talón». 16 A la mujer le dijo:  «Aumentaré  en  gran  medida  tu  sufrimiento  y tu gestación; con dolor parirás a tus hijos; desearás a tu marido y él te dominará». 17 Al hombre le dijo: «Por haber hecho caso a tu esposa y haber comido del árbol acerca del cual te ordené, diciendo: De él no  comerás,  maldita  es  la  tierra  por  tu  culpa;  con dolor  comerás  de  ella  todos  los días de  tu  vida. 18 Ella  producirá  espinos  y  abrojos  para  ti  y  comerás las hierbas del campo. 19 Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que retornes a la tierra, de la que  fuiste  tomado;  pues  tú  eres  polvo  y  al  polvo retornarás». 20 El  hombre  llamó  a  su  mujer  Javá (Eva), pues ella era madre de todo lo viviente. 21 Y El  Eterno  Dios  hizo  para  Adam  (Adán)  y  para  su esposa vestimentas de pieles, y los vistió.