EL RESPLANDOR DEL ESPÍRITU INMORTAL
Aquella expresión: “Vosotros sois dioses”, que para nuestros sabios en materias bíblicas es una mera abstracción, tiene para los cabalistas un significado importantísimo. Cada espíritu inmortal que lanza su resplandor sobre un ser humano es un dios, el Microcosmos del Macrocosmos, parte y partícula del Dios Desconocido, la Primera Causa, de la cual es una emanación directa. Posee todos los atributos del origen de que procede. Entre estos atributos están la omnisciencia y la omnipotencia. Dotado con ellos, pero todavía incapaz de manifestarlos por completo mientras está en el cuerpo, durante cuyo tiempo están obscurecidos, velados y limitados por las facultades de la naturaleza física, el hombre así divinamente habitado puede estar muy por encima de los de su especie, dar muestras de una sabiduría propia de un dios, y desplegar deíficos poderes porque mientras el resto de los mortales que le rodean solo están protegidos por su divino YO, teniendo a su disposición todas las posibilidades que les son concedidas para llegar a ser inmortales en la otra vida pero sin tener otra garantía que sus propios esfuerzos personales para conquistar el reino de los cielos, el hombre así escogido se ha convertido ya en un inmortal durante su permanencia en la Tierra. Ha alcanzado ya su premio. En adelante vivirá para siempre en la vida eterna. No solamente tendrá “dominio” [1] sobre todas las obras de la creación empleando la “excelencia” del NOMBRE (el inefable), sino que en esta vida será superior y no, como se hace decir a Pablo, “un poco inferior a los ángeles”. [2]
(Helena P. Blavatsky)
NOTAS DE HPB:
[1] Salmos, VIII.
[2] Esta contradicción, que es atribuida a Pablo en su Epístola a los hebreos, haciéndole decir de Jesús, en el capítulo I, 4: “Siendo hecho tanto más excelente que los ángeles”, e inmediatamente después diciendo en el capítulo II, 9: “Pero vemos a Jesús, que fue hecho un poco inferior a los ángeles”, demuestra cuán poco escrupulosamente fueron adulterados los escritos de los apóstoles, si es que alguno de ellos escribió algo.
Fragmento del libro “Isis Sin Velo”, de Helena P. Blavatsky, tomo II
Centro de estudios Blavatsky
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