«Cada flor tiende a ser fruto, cada mañana tiende a convertirse en noche, nada hay eterno en esta tierra, excepto el cambio o la huida. También el verano más hermoso quiere sentir alguna vez el otoño y lo marchito. Mantente, hoja, quieta y con paciencia, si intenta el rapto alguna vez el viento. Juega tu juego sin nunca defenderte, deja que tranquilamente ocurra, y por el viento que te arranca déjate soplar hacia tu casa.»
El ser esencial dota a nuestra existencia de un propósito trascendente: pasar de la herida de separación a la «consciencia de unidad». Cuando vivimos identificados con la mente y el ego percibimos la realidad desde una falsa dualidad cognitiva, la cual nos hace sentir separados de aquello que observamos. Sin embargo se trata de una alucinación mental subjetiva, ilusoria y ficticia. En realidad no existe tal dualidad ni separatividád, pues el observador y lo observado son lo mismo.
Si bien a nivel superficial parece que existe tal diferenciación, en un plano más profundo no hay división alguna, pues todo lo que existe forma parte de una misma unidad indivisible. El universo es en sí mismo un gran organismo vivo que todo lo contiene y todo lo abarca, incluyendo a cada uno de nosotros. En el instante en el que reconectamos con el ser esencial de forma consciente regresamos al hogar del que partimos, sintiendo que estamos conectados con toda la existencia.
Esto es lo que vivenciamos mediante la «experiencia mística». Es decir, un momento de profunda desidentificación, liberación e iluminación, dándonos cuenta de que estamos intrínsecamente unidos con la vida. Desde esta consciencia de unidad empezamos a tratar a los demás como parte de nosotros. Y a relacionarnos con la realidad como lo que es: un espejo donde nos vemos reflejados y una pantalla en la que nos proyectamos.
La paradoja es que estado de consciencia no puede explicarse. Está más allá del lenguaje. Y es imposible de comprender a través del intelecto. Místicos de todos los tiempos le han puesto muchos nombres, todos ellos siempre en mayúsculas: Dios, Fuente, Absoluto, Ser, Consciencia, Totalidad, Universo… Al vivirlo nos reconciliamos con nosotros y con la vida, tomando consciencia de que esta Realidad es inherentemente maravillosa. Lo único que necesitamos para verificarlo es liberarnos de la jaula mental en la que malvivimos cuando estamos identificados con el ego.
*Fragmento extraído de mi libro “Las casualidades no existen. Espiritualidad para escépticos”
En este momento, sin embargo, estás buscando, detente. Ya sea que estés buscando la paz y la felicidad en una relación, en un trabajo mejor, o incluso en la paz mundial, solo por un momento para absolutamente. No hay nada malo con estas actividades, pero si te estás comprometiendo en ellas para conseguir la paz o para conseguir la felicidad, estás pasando por alto el terreno de paz que ya está aquí.
Una vez que descubras este terreno de paz, lo que sea que emprendas será informado por tu descubrimiento. Entonces, naturalmente, traerás lo que has descubierto al mundo, a la política, a todas tus relaciones.
Este descubrimiento tiene infinitas y complejas ramificaciones, pero su esencia es muy simple. Si vas a detener toda actividad, sólo por un instante, incluso por una décima parte de segundo, y simplemente estar completamente quieto, reconocerás la amplitud inherente de tu ser que ya está feliz y en paz consigo mismo.
Debido a nuestro condicionamiento, normalmente descartamos este terreno de paz con un inmediato, “Sí, pero ¿qué pasa con mi vida? Tengo responsabilidades. Necesito mantenerme ocupado. Lo absoluto no se relaciona con mi mundo, mi existencia. Estos pensamientos condicionados sólo refuerzan un mayor acondicionamiento. Pero si te tomas un momento para reconocer la paz que ya está viva dentro de ti, entonces en realidad tienes la opción de confiar en ella en todos tus esfuerzos, en todas tus relaciones, en cada circunstancia de tu vida.
Esto no significa que tu vida será barrida de conflictos, desafíos, dolor o sufrimiento. Significa que habrás reconocido un santuario donde la verdad de ti mismo está presente, donde la verdad de Dios está presente, independientemente de las circunstancias físicas, mentales o emocionales de tu vida.
~Gangaji.
El diamante en tu bolsillo: descubriendo tu verdadero resplandor.
«Me ha costado diez años conquistar lo que hoy me parece inapreciable: un corazón sin amargura. Y como tantas veces ocurre, una vez superada la amargura, la he encerrado en uno o dos libros. Así, siempre seré juzgado por esta amargura que ya no es nada para mí. Pero es justo. Es el precio que hay que pagar».
« No te mientas a ti mismo. El hombre que se miente a sí mismo y escucha su propia mentira llega a un punto en que no puede distinguir la verdad dentro de él, ni a su alrededor, y por lo tanto pierde todo respeto por sí mismo y por los demás. Y al no tener respeto, deja de amar. Por eso, por encima de todas las cosas: no te mientas a ti mismo..
Saber que uno siempre cuenta con el privilegio de la pausa. Descender la intensidad de la marcha. Acomodarse en el piso. Sacarse los zapatos. Tocarse el latido del corazón y sentir qué quiero que siga ahora y qué no. Así. Escuchando tu respiración como respuesta. Con la cabeza, inclinada, mirando a ese Cielo que guarda tu vuelo. Tranquila. Despacio. En ese silencio donde la verdad, siempre, te es revelada. Eso. En pausa. Date el permiso hermoso de frenar. Así. Tu cuerpo a la altura de tu alma. Que espere el que pueda esperar. Lo importante acá es que te sepas esperar vos. Eso también es curarse.