La finalidad de la práctica es volver a sí mismo para contemplar la propia naturaleza. ¿Pero cómo hacer para ver la propia naturaleza?… Es menester poner luz en cada acto de nuestra existencia, vivir la vida de manera que la atención esté presente en todo momento. Cuando pasamos junto al ciprés del patio, lo vemos realmente. Si no percibimos la presencia del ciprés en el propio jardín, ¿Cómo podremos contemplar nuestra propia naturaleza? El maestro zen que ha obtenido el despertar es un hombre con los ojos abiertos a la realidad viva. Tras permanecer perdido durante años en el mundo de los conceptos, ha decidido volver para ver el ciprés en el patio y su propia naturaleza. Por eso no puede dejar a su discípulo vagabundear por el mundo de los conceptos y perder así su propia vida, que es el despertar. Y siente compasión cada vez que su discípulo se contenta con plantear preguntas sobre los principios del budismo, sobre el dharmakaya sobre el tathata, etc. «Este joven, piensa, quiere empeñarse en la búsqueda de la realidad a través de los conceptos». Y hace todo lo que puede para arrancar a su alumno del mundo de las ideas y ponerle en el mundo de la realidad viva… ¡Mira el ciprés en el patio! ¡Mira el ciprés en el patio!
Un día un monje le pidió al maestro Tchao Tcheu que le hablara del zen. Tchao Tcheu le preguntó: «¿Has desayunado ya?». «Sí, maestro, ya he desayunado», «Entonces ve a lavar tu cuenco».
«Ve a lavar tu cuenco» es como decir «ve y vive una vida de realización». En lugar de dar explicaciones a quien pregunta sobre el zen, el maestro abre la puerta e invita a esa persona a entrar directamente en el mundo de la realidad del zen. «Ve a lavar tu cuenco». Esta frase no contiene ningún significado secreto que haya que explorar o explicar; es una declaración muy simple, directa y clara. No hay enigma ninguno. Tampoco es un símbolo. Se trata de un hecho, de un hecho muy concreto.
Las claves del zen
Thich Nhat Hanh
Huan Hezú ·
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